Mateo 24:12Y debido al aumento de la iniquidad, el amor de muchos se enfriará.
Las calamidades en tierra y mar, la inestabilidad del clima, de la
económica, de la política y lo social, las guerras civiles y religiosas y
la amenaza de la pronta llegada de la 3ª guerra mundial son presagios
que anuncian la proximidad de acontecimientos de la mayor gravedad. Los
agentes físicos y espirituales del mal se coligan y crecen sus fuerzas
para la gran crisis final. Grandes cambios están a punto de producirse
en el mundo, y los movimientos finales serán rápidos. Y esto es lo que
está profetizado desde los antiguos profetas y hasta los días donde el
mismo Jesucristo lo profetizó y luego sus discípulos que también
profetizaron lo que sucederá a este planeta tierra y sus habitantes.
Son tiempos angustiosos que irán en aumento hasta el fin. No tenemos
tiempo que perder. El mundo está agitado con el espíritu de guerra. Las
profecías del capítulo 11 de Daniel casi han alcanzado su cumplimiento
final y millones de personas (cristianas y no cristianas) se encuentran
como las vírgenes dormidas (me refiero a la parábola de las 10 vírgenes
de Mt. 25. 5 de ellas fueron insensatas porque tomaron sus lámparas
pero no la provisión de aceite necesario para mantenerlas encendidas, y
como esperaban la llegada del esposo y éste tardó en llegar, pues estas 5
vírgenes cabecearon y se durmieron. Sus lámparas consumieron todo el
aceite y se apagaron. De pronto se oyó el llamado del esposo y no tenían
con qué prender de nuevo sus lámparas, ahí estuvo la insensatez, y
mientras fueron a comprar aceite el esposo cerró la puerta y sólo
entraron con él las 5 vírgenes sensatas).
Debemos despertar y
pedirle al Señor Jesucristo que nos sostenga con sus brazos eternos y
nos lleve a través del tiempo de prueba que está ante nosotros. No
cabeceemos ni nos durmamos en los afanes de la vida material y el
consumismo. El mundo se está volviendo más y más anárquico. Pronto una
gran angustia sobrecogerá a las naciones, una angustia que no cesará
hasta que Jesús venga. Nos hallamos en el mismo umbral de la crisis de
los siglos.
En rápida sucesión se seguirán unos a otros los
castigos de Dios: incendios e inundaciones, terremotos, tsunamis,
guerras y derramamiento de sangre, hambre mundial, pestilencias.
Tiempos tormentosos están delante de nosotros, pero no profiramos una
palabra de descreimiento o desánimo. Al contrario, escribo esto porque
es tiempo todavía de encontrarte con tu Salvador Jesucristo. El vendrá y
nos tomará en arrebatamiento para que escapemos de la ira venidera.
Ocúpate primero de tener una relación de hijo que ama, oye y es
obediente a su Padre Divino y Eterno Jehová de los Ejércitos. Ocúpate
primero en tener una relación de comunión con Su Hijo Jesucristo porque
Él es el único mediador o intercesor entre Dios Todopoderoso y el
hombre.
Les escribo todo esto para que aquel día, que sólo Dios
sabe cuándo es, no te sorprenda desprevenido, indiferente, o afanado en
el materialismo de la vida. La venida de Cristo se acerca y no deseo que
te quedes a esperar lo terrible y espantoso del día de la ira de Dios
sobre la tierra y sus habitantes rebeldes, los que no oyeron ni
creyeron.
NOTA:
LA
PREOCUPACIÓN ACTUAL. No es el trabajo lo que mata, sino la
preocupación. La única manera de evitar la preocupación consiste en
llevarle todas nuestras tribulaciones a Cristo. No contemplemos el lado
oscuro de las cosas. Cultivemos la alegría de espíritu.
Algunos
temen siempre y toman preocupaciones prestadas. Todos los días
disfrutan de las pruebas del amor de Dios, todos los días gozan de las
bondades de su providencia, pero pasan por alto estas bendiciones
presentes. Sus mentes están siempre espaciándose en algo desagradable
que temen pueda venir. Puede ser que realmente existan algunas
dificultades que, aunque pequeñas, ciegan sus ojos a las muchas
bendiciones que demandan gratitud. Las dificultades con que tropiezan,
en vez de guiarlos a Dios, única fuente de ayuda, los alejan de él,
porque les despiertan desasosiego y pesar. CC 123 (1892).
Temo
mucho que estemos en peligro, por preocuparnos en fabricar yugos para
nuestros cuellos. No nos preocupemos; porque si lo hacemos llevaremos el
yugo pesado y la gravosa carga. Hagamos todo lo que podamos sin
preocuparnos, confiando en Cristo. Estudiemos sus palabras: "Todo lo que
pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis" (Mat. 21: 22). Estas
palabras son la garantía de que todo lo que un Salvador omnipotente
puede concedernos, será dado a los que confían en él. Como mayordomos de
la gracia del cielo, debemos pedir con fe, y entonces esperar
confiadamente la salvación de Dios. No debemos adelantarnos a él, para
tratar de lograr lo que deseamos mediante nuestro propio esfuerzo.
Debemos pedir en su nombre, y acto seguido debemos actuar como si
creyéramos en su eficiencia. Carta 123, 1904.
No es la voluntad de Dios que su pueblo sea abrumado por el peso de las preocupaciones. CC 124 (1892).
Cuando
el mal quedó subsanado, podemos con fe tranquila presentar a Dios las
necesidades del enfermo, según lo indique el Espíritu Santo. Dios conoce
a cada cual por nombre y cuida de él como si no hubiera nadie más en el
mundo por quien entregara a su Hijo amado. Siendo el amor de Dios tan
grande y tan infalible, debe alentarse al enfermo a que confíe en Dios y
tenga ánimo. La congoja acerca de sí mismos los debilita y enferma. Si
los enfermos resuelven sobreponerse a la depresión y la melancolía,
tendrán mejores perspectivas de sanar; pues "el ojo de Jehová está sobre
los que le temen, sobre los que esperan en su misericordia" (Sal. 33:
18, VM). MC 174, 175 (1905).
Me
preocupo constantemente por su caso, y me aflige que tenga pensamientos
perturbadores. Quisiera reconfortarla si eso estuviera a mi alcance.
¿No ha sido Jesús, el precioso Salvador, tantas veces de ayuda en
momentos de necesidad? No contriste al Espíritu Santo, sino que deje de
preocuparse. Esto es lo que usted ha dicho muchas veces a otros. Permita
que la consuelen las palabras de los que no están enfermos como usted
lo está. Mi oración es que el Señor la ayude. 2MS 290 (1904).
Si
educamos nuestras almas para que tengan más fe, más amor, mayor
paciencia, una confianza más perfecta en nuestro Padre celestial,
tendremos más paz y felicidad a medida que enfrentemos los conflictos de
esta vida. El Señor no se agrada de que nos irritemos y preocupemos,
lejos de los brazos de Jesús. El es la única fuente de toda gracia, el
cumplimiento de cada promesa, la realización de toda bendición. . . Si
no fuera por Jesús, nuestro peregrinaje realmente sería solitario. El
nos dice: "No os dejaré huérfanos" (Juan 14: 18). Apreciemos estas
palabras, creamos en sus promesas, repitámoslas cada día, meditemos en
ellas durante la noche y seamos felices.